Las obras y los artistas analizados coinciden en una elección formal -la desmaterialización del objeto artístico- y en una actitud en los planteamientos -la percepción de la obra en tanto que experiencia visual para el espectador. Se utiliza la luz como experiencia plástica que permite dictar un lenguaje de imprecisión y misterio, y superar el límite de la materia.

Siguiendo la divisa vanguardista de que el arte debe cambiar la vida, toda una serie de prácticas artísticas ha constelado el arte moderno como el envés de la trama de un formalismo consistente con la ideología dominante. En la segunda mitad del siglo estas tramas fueron desactivadas por los mecanismos de la institución artística y, al mismo tiempo, las ideologías políticas marxistas que las alimentaban decayeron ante los nuevos conflictos. Así el compromiso del arte asumió la defensa de reivindicaciones diversas: ecologistas, colectivos marginados, la crítica a los medios de comunicación y los mecanismos de participación democrática. Este libro recorre los episodios más destacados de este proceso, así como la proyección de dichos aspectos en el naciente arte del siglo XXI.