“Deja el color al juego aparentemente infantil pero cáustico de las imperfecciones. Es la mirada de un niño que lo pregunta todo y que con sus materiales hace lo que quiere sin seguir los dictados de la profesora; esto puede costar más de una incomprensión y castigo, pero nace una dulzura, aparentemente cándida, que pone en las telas-telas de juicio- elementos compositivos tensionales y explosivos, pero donde las iras no son negras ni la pasión atormentada. (…) Sí, es más una provocación a nuestros sentidos aletargados, a la larga tradición del mirar correcto.”-- Página 3